sábado, 29 de abril de 2023
El presidente de la National Family Farm Coalition (NFFC), Jim Goodman, organización líder de agricultores familiares de Estados Unidos, con sede en Washington, comentó que México tiene todo el derecho de prohibir el comercio de maíz transgénico y glifosato. Estados Unidos afirma que todas las partes del T-MEC se basan en ciencia sólida y México las rechaza. Pero México no tiene que aceptar la definición de ciencia sólida del USDA. México tiene mucha ciencia, ciencia de todo el mundo, de la Unión Europea y de otros países que dicen que el maíz transgénico es potencialmente dañino para las variedades nativas de maíz.
“Los agricultores de Estados Unidos están orientados a cultivar cultivos transgénicos. Aproximadamente el 90 por ciento del maíz y la soya cultivados son transgénicos, pero si los mercados comienzan a rechazar eso es posible que deban cambiar las variedades de maíz que cultivan y tal vez buscar no transgénicas. Los agricultores estarían dispuestos a cubrir ese mercado (no transgénico), especialmente porque el maíz genéticamente no modificado generalmente tiene un precio superior”, comentó.
Goodman afirmó que la política de subsidios y de desarrollo agroindustrial en su país propicia la concentración de las ganancias en pocas manos, lo cual lleva a una reducción constante del número de granjeros, muchos de los cuales, incluido él mismo, han debido vender sus tierras a inversionistas, varios de ellos ajenos históricamente a la producción rural.
Precisó que el 89 por ciento de los dos millones de productores de todo tipo de cultivos y ganaderos corresponden a fincas familiares pequeñas, que generan el 18 por ciento de la producción; 5.3 por ciento son medianas, generan el 20 por ciento; las fincas grandes o muy grandes, que representan 2.7 por ciento, son responsables del 43 por ciento de la producción (“Esas fincas grandes o muy grandes generan en promedio un millón de dólares de ingresos cada una”), y el 2.4 por ciento de las granjas, que son de propiedad corporativa, y tienen el 18 por ciento de las ventas.
Destacó que el sistema alimentario favorece la concentración de las ganancias en pocas manos y el mercado va excluyendo a los pequeños: “Si observa cualquier parte de la agricultura, en aproximadamente 80 por ciento o más, está controlada por unas pocas empresas, básicamente de cuatro a seis empresas.
La industria de la carne de res está controlada por unas cuatro empresas, o al menos 85 por ciento de ella, siendo una de las más grandes JBS, una empresa brasileña. La industria porcina, más o menos lo mismo. Uno de los conglomerados más grandes que controla eso es una empresa china por lo es difícil ser un pequeño agricultor y entrar en ese sistema porque simplemente no tienes el volumen para entrar en una gran planta de procesamiento, señaló.
Abundó que en la industria láctea ocurre la misma situación. Solíamos tener muchas pequeñas fábricas locales de queso, plantas de procesamiento de leche, pero todas fueron compradas y cerradas por entidades más grandes. Y, a menudo, es mucho más barato para esos grandes procesadores recoger leche en una o dos granjas muy grandes en lugar de ir por el camino y detenerse en varias granjas pequeñas, refirió.
En la conferencia participaron también la directora general de Recursos Naturales y Bioseguridad de la Secretaría de Medio Ambiente, Adelita San Vicente Tello; el titular de la Comisión Nacional de Mejora Regulatoria (Conamer), Alberto Montoya Martín del Campo, la profesora-investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Blanca Rubio Vega, y el asesor agroecológico e investigador independiente Marcos Cortez Bacilio.
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